‘Neo Entes’, el peligroso libro que las “deidades” de Silicon Valley y el “progresismo del siglo 21” no quieren que leas

Para nadie debería ser un secreto que vivimos en un siglo de ingeniería social sin precedentes, cuyas consecuencias apenas estamos observando. Hace pocos días terminé de estudiar el libro Neo entes: tecnología y cambio antropológico en el siglo 21’, escrito por el filósofo húngaro-peruano, Miklós Lukács de Pereny, un académico especializado en tecno-política y filosofía de la tecnología, además de ser considerado como uno de los máximos referentes del pensamiento conservador en Hispanoamérica y principal responsable en introducir la variable científico-tecnológica en el debate público de la región. En su investigación -tal y como ha referido el mismo autor en innumerables conferencias, podcast y transmisiones en vivo- se deja de manifiesto una verdad autoevidente en estos tiempos que corren: “la batalla es política, pero la guerra es cultural y antropológica”.

La propuesta de Lukács acerca de la influencia (cada vez más creciente) que sobre nuestras vidas ejercen las nuevas tecnologías, las Big Tech, la Big Pharma, Big Finance, China, Estados Unidos y el transhumanismo, no es una novela de “ciencia ficción”, mucho menos una teoría conspirativa. Su investigación es de carácter científico y está fundamentada en hechos, no opiniones; en datos, no en relatos; en argumentos, no en discursos. Usted mismo puede corroborar cada uno de los ejemplos expuestos por el autor en cientos de publicaciones periodísticas o científicas disponibles en Internet, si así lo desea, o, simplemente, ver a su alrededor la notable dependencia tecnológica y, en muchos casos, la adicción compulsiva que existe entre el sujeto y los dispositivos tecnológicos como teléfonos inteligentes, computadoras, tabletas y redes sociales.

Para que tengan una idea de quién es el autor, Miklós Lukács es egresado de la Maestría en Ciencia Política por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Entre sus especializaciones destacan el Programa de Inteligencia Artificial de Oxford y el Programa de Desarrollo del Instituto de Emprendimiento de la India. Ha sido investigador del Mathias Corvinus Colegium (Hungría) y del Instituto Tecnológico de París (Francia), así como del Instituto del Perú. Actualmente es profesor principal de Ciencias y Tecnología de la Universidad de San Martín de Porres (Perú) y Profesor Asociado de la Panamerican Business School de Guatemala. Cuenta con un PhD en Management y Msc en Gestión de la Innovación por la Universidad de Manchester (Reino Unido) y es Máster en Estudios de Desarrollo por la Universidad Victoria de Wellington (Nueva Zelanda). También es Licenciado en Medicina Veterinaria. Ha participado como expositor en conferencias en Brasil, Chile, China, Cuba, Ecuador, Escocia, Francia, Hungría, India, Indonesia, Inglaterra, México, Paraguay Perú, Rumanía y Suecia. Actualmente radica en Reino Unido. Así que vale prestarle suma atención a su obra.

A lo largo de los seis capítulos que componen el libro, Lukács fija posiciones claras. En primer lugar, progreso tecnológico no es sinónimo de progreso moral. En segundo lugar, el autor coloca una puntiaguda flecha en el arco para hacerla saltar por los aires como una crítica mordaz sobre el transhumanismo, evidenciando así una gran contradicción filosófica de base inherente a esta pseudociencia, que radica en lo siguiente: “¿cómo se puede mejorar al ser humano destruyéndolo?”.

En tercer lugar, el académico especializado aclara: una cosa es la tecnología al servicio del ser humano -por ejemplo, la aplicación ética de tecnologías convergentes con fines terapéuticos, como la biotecnología y la nanotecnología, que suponen una gran revolución en el campo de la Medicina- y otra muy distinta es el ser humano al servicio de la tecnología, convertido en un mero producto de la misma, para satisfacer caprichos personales que solo evidencian la profunda atelofobia, arrogancia y vanidad enquistada en la sociedad para jugar a ser dioses.

En cuarto lugar, Lukács cuestiona -de forma incisiva- a todos aquellos que depositan una fe cuasi religiosa en la “ciencia” al punto de convertirla en objeto de adoración y, para ello, desarrolla la idea del filósofo británico, Roger Scruton, quien de forma esclarecedora llegó a sostener: “La ciencia no tiene todas las respuestas, ya que esta no formula todas las preguntas”.

Pero quizás uno de los puntos más contundentes de este trabajo es cómo el filósofo húngaro-peruano, con un enfoque novedoso, desvela la evidente relación maltusiana, genocida, anti humanista y tecnológica que existe entre las políticas de control demográfico como el aborto y la eutanasia con la imposición de demenciales doctrinas pseudo ambientalistas diseñadas para justificar el capricho oligárquico de una drástica reducción de la humanidad con el pretexto de la conservación de la naturaleza. Todo esto sumado a la progresiva instauración del transhumanismo, según el cual el ser humano es considerado un eslabón intermedio en el desarrollo biológico y social que necesita ser ‘mejorado’, o, deberíamos decir, triturado, diluido completamente en su espíritu para convertirlo en una especie de muñeco maleable.

El enfoque desarrollado por Lukács nos hace comprender que el transhumanismo es la idea más peligrosa -en palabras de Francis Fukuyama- porque implica la destrucción de lo humano, escenario que nos llevaría al proyecto político del posthumanismo ansiado por las deidades de Sillicon Valley y las castas oligárquicas de Estados Unidos y Occidente. Basta echarle un vistazo al rompecabezas global, para comprender los argumentos y conexiones que expone el autor y saber en qué punto nos encontramos.

Y es que la verdad -suele decirse- es más extraña que la ficción. Estas son algunas piezas del rompecabezas completo gravitando a su alrededor. Juzgue usted:

Comencemos: la creación del primer embrión artificial de la historia a través de células madres sin la necesidad de óvulos o espermatozoides (lo que supondría, en palabras del autor, la tercerización del ciclo reproductivo de los seres humanos mediante la aplicación de la tecnología), la existencia de úteros artificiales, el carácter eugenésico de la fecundación in vitro (FIV) que consiste en la selección y descarte de embriones, la existencia de niñeras con inteligencia artificial para vigilar a los neonatos, la creación de la poderosa tecnología CRISPR y la capacidad de solicitar bebés a la carta gracias a la edición genética, trasplantes de útero en hombres en nombre del “progreso”, la selección natural mediante la aplicación del Diagnóstico Genético Preimplantacional, hombres biológicos sometiéndose a tratamientos hormonales femeninos, mujeres biológicas sometiéndose a tratamientos hormonales masculinos, vaginoplastias, faloplastias, mastectomía transgénero, histerectomías, implantes de senos en hombres, niños menores de edad sometiéndose a la amputación de sus órganos genitales con aval de sus propios “padres” y cuyo resultado final es el suicidio.

Esta hecatombe no parece terminar. Las piezas del rompecabezas continúan apareciendo, una tras otra, volando vertiginosamente a nuestro alrededor, como en una especie de sueño surrealista: la edición genética mediante la identificación de segmentos específicos de ADN en el núcleo celular, creación de embriones quiméricos, trasplantes de órganos animales al cuerpo humano, biología de garaje o bio-hacking (que consiste en la aplicación de biotecnología a uno mismo para mejorar capacidades físicas o intelectuales), paneles publicitarios en varios países de Europa desincentivando la maternidad y el nacimiento de bebés mediante la narrativa maltusiana del cambio climático antropogénico promovida por grupos ambientalistas extremistas, la cultura de la muerte reflejada en la destrucción y cosificación absoluta del ser humano a través de la implementación de políticas maltusianas como el aborto, así como la legalización de la eutanasia; la destrucción de la familia nuclear tradicional mediante la adopción del “matrimonio igualitario”; conceptos “inclusivos” como transgénero, transexual, transedad, transraza, transespecie, transcapaz y transbotánico que atentan contra la psique y la identidad humana y antropológica, estudios científicos para revertir el proceso de envejecimiento, la criogenización de seres humanos para resucitarlos en el futuro, así como la reciente implantación de un chip neuronal por parte de la empresa Neuralink, de Elon Musk, para lograr una simbiosis entre el cerebro humano y la inteligencia artificial.

Y por encima de todo esto, la bandera del arcoíris ondeando triunfante por encima de la soberanía de los Estados-Nación, tal como ocurrió a mediados de 2023, cuando todas las banderas de los países miembros de la ONU fueron sustituidas en el Roquefeller Center por 193 banderas globalistas del arcoíris, un ejemplo claro de cómo desde organismos supranacionales pretenden instaurar la estandarización del pensamiento acorde a los dictámenes de la agenda globalista. Haga clic y observe:  https://twitter.com/herqles_es/status/1666489399628922880

Por cierto, recientemente Neuralink acaba de anunciar la búsqueda de nuevos pacientes dispuestos a implantarse el chip cerebral, una tecnología que funciona como un nexo entre la mente y los dispositivos electrónicos, como continuación de la primera cirugía que esa empresa realizó en un humano, una experiencia que, de acuerdo con varias agencias de noticias, ha tenido luces y sombras.

Los padres de familia, dirigentes políticos, militares, docentes escolares, profesores universitarios, estudiantes, así como los intelectuales de todo el mundo y la sociedad civil en general, verdaderamente comprometidos con la defensa de la soberanía nacional de sus respectivos países, deberían leer este libro y discutirlo en profundidad, en vez de estar perdiendo el tiempo en espectáculos bufonescos de “dimes” y “diretes” o en la falsa dicotomía “derecha-izquierda”. Este libro debería estar incluido obligatoriamente en el pénsum de estudios de carreras universitarias en Venezuela, empezado por las carreras de filosofía, teología y antropología de todas las universidades. Sin duda, esta obra debería estar en manos de cada primer ministro, presidente o jefe de Estado serio comprometido con los intereses de su patria.

Ahora bien, para comprender genuinamente el punto de inflexión actual, cada individuo de la sociedad, o la sociedad en su conjunto, debe ocuparse -y ser incentivada por todos los medios posibles- en cultivar una formación filosófica que permita a cada sujeto ser un “alma bella”, virtuosa, respetuosa de la dignidad del ser humano, que ahonde en los poderes creativos de la mente y que confronte aquella noción del “hombre-bestia” promocionada por las castas oligárquicas, tal como entre líneas sugiere el autor, pero, sobre todo, como ha sido propuesto en períodos históricos que dieron nacimiento a movimientos intelectuales como el Renacimiento.

En ese sentido, Miklós nos alerta en su obra sobre todas aquellas corrientes filosóficas perniciosas para el individuo como lo son el relativismo, el utilitarismo, el individualismo, el materialismo, el posmodernismo, el hedonismo, el cientificismo, el maltusianismo, el secularismo, el racionalismo excesivo, el dualismo cartesiano del “pienso, luego existo” del que -de acuerdo con el escritor- se vale la ideología de género, el positivismo, el darwinismo social, el darwinismo biológico y el existencialismo, puesto que de todas estas filosofías, tal como indica el autor de Neo Entes, se nutre la agenda globalista y cada uno de sus tentáculos, incluyendo el transhumanismo, pseudociencia que pretende ser convertida en política global.

Por ello, desde disciplinas como la filosofía de la tecnología, la filosofía antropológica y la ética aplicada, el filósofo húngaro peruano nos advierte acerca de la guerra antropológica que se está librando en estos momentos contra la condición y naturaleza del género humano, con respaldo de un gran poderío económico, cuyos ataques comienzan en la mente del sujeto con el propósito de deconstruirlo.

Por ejemplo, desde la filosofía de la tecnología, el autor estudia la evolución del concepto de tecnología a través de los siglos, su valoración y su papel sociocultural según el análisis de los filósofos y otros intelectuales desde los antiguos griegos hasta la actualidad. A través de esta disciplina, el escritor analiza la influencia de las tecnologías sobre la manera de pensar del mundo, especialmente de las personas.

Desde la filosofía antropológica, Lukács plantea interrogantes de carácter ontológico, para lograr una comprensión holística del ser humano. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde se dirige mi vida? ¿Qué nos hace humanos? ¿Cuál es nuestra esencia? ¿Cuál es el propósito de nuestra existencia? ¿Qué nos diferencia de otras especies? ¿Cuál es el origen de la moralidad y la cultura?, son algunas de las interrogantes abordadas por esta especialidad, y que la ciencia, en sí misma, no puede responder ampliamente. De igual manera, la filosofía antropológica se interesa por la naturaleza humana, la libertad, la moralidad, la cultura, la sociedad, la historia, la literatura y la religión.

Desde la ética aplicada, también llamada ética práctica, el escritor aborda la praxis de la ética a los problemas del mundo real, para responder a las preguntas de cómo deben actuar las personas en situaciones específicas, más allá de la llamada real politik, que no es más que una visión, entre muchas. Gracias a la ética aplicada, las personas pueden lograr acuerdos que deriven en soluciones a dilemas éticos específicos al revisar los hechos y los daños relacionados a una situación particular.

En otro de los capítulos, el escritor aborda detalladamente cuál ha sido la historia de la idea de progreso, partiendo desde la visión del progreso cíclico de los antiguos, pasando por el cristianismo y la concepción moderna de progreso, luego las raíces de la secularización que comenzaron a erosionar la idea de progreso propuesta por el cristianismo, hasta llegar al secuestro de la idea del progreso y el progreso secularista concebido como religión.

Otro punto neurálgico en la investigación realizada por Lukács radica en la caracterización que hace el autor del movimiento woke, o movimiento progresista actual, al que califica y denuncia como una “red internacional de alcance global”.

Y, precisamente, esa red internacional de alcance global, que aglutina partidarios de la ideología de género, movimientos feministas, movimientos LGBTIQ+, movimientos animalistas, movimientos ambientalistas y movimientos supuestamente antirracistas en todo el mundo, dispone de una poderosa fuente de financiamiento que, a su vez, promociona sus símbolos, sus ideologías y políticas maltusianas, bajo los mantras aparentemente inofensivos de ‘igualdad’, ‘inclusión’ y ‘diversidad’. Pero ¿qué se esconde detrás de estos conceptos?

Vale la pena leer la obra y darse cuenta de que el propósito es, justamente, imponer la uniformidad del pensamiento, como revela el autor.

Lukács expone en las páginas de su libro algunos de los grandes actores que conforman esa red de promoción de la bandera del arcoíris y/o financiamiento de conferencias y publicaciones del movimiento progresista actual.

Entre esos actores figuran: Google, Facebook, la ONU, la Unesco, el Foro Económico Mundial, la Real Sociedad de las Artes, TED Conference, LLC, canales de televisión, estaciones de radio, medios de prensa escrita y universidades.

Igualmente, las fundaciones filantrópicas Bill y Melinda Gates Foundation, Novo Nordisk, agencias de gobierno como la Casa Blanca, el gobierno de Canadá, el gobierno de México, la Comisión Europea, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la OMS, la OECD, empresas de Big Tech como Microsoft, Meta Plataform, Amazon, Apple, empresas como Coca Cola, Tesla, Nike, ONG’S como Brac Internacional, Ashoka, grandes firmas de consultoría como PWC, McKinsey and Company, universidades como Standford, Harvard, Oxford y plataformas de entretenimiento como Netflix y Hulu, así como organizaciones deportivas como la FIFA y el Comité Olímpico Internacional.

Por esta razón, el autor de Neo Entes define al progresismo del siglo 21 como reformista, globalista y tecnocrático, cuyos fundamentos ideológicos se encuentran en la publicación de la ‘Tercera Vía’ (1998), del sociólogo británico Anthony Giddens.

La publicación de la ‘Tercera Vía’ del sociólogo británico Anthony Giddens en 1998 estableció los fundamentos ideológicos del nuevo progresismo del siglo XXI (21). Manteniendo el espíritu reformista del progresismo primigenio, Giddens propuso alejarse de los excesos del neoliberalismo y la incompetencia burocrática de la socialdemocracia para dar paso a una nueva economía política que priorice la justicia social. Para ello, identificó las mayores fortalezas de la economía de mercado y el socialismo para combinarlas y construir, en sus propias palabras, un ‘centro radical’. Giddens esbozó los principales postulados del nuevo progresismo, entre ellos el compromiso con la agenda medio ambientalista, el ‘empoderamiento’ de organizaciones sociales como las organizaciones No Gubernamentales (ONG’s), el concepto de ‘familias democráticas’, la ‘igualdad de género’ e igualdad como ‘inclusión’, la celebración de la ‘diversidad’ y el desarrollo de una ‘nación cosmopolita’ o una sola nación global fundada sobre el multiculturalismo. Los principales promotores de este movimiento fueron el expresidente estadounidense Bill Clinton y el exprimer ministro británico Tony Blair quienes lideraron la formación de una coalición ‘centrista’ internacional identificada con el ideal del progreso utilitarista”, reseña Miklós Lukács en su libro.

Desde la primera página del libro hasta la última, el investigador también expone los argumentos de pensadores del movimiento progresista, como es el caso de la representante emblemática del feminismo, la canadiense, Shulamith Firestone (1945-2012), quien en su obra La dialéctica del sexo’ (1970) propone la “reproducción artificial” en nombre de la “revolución feminista”, es decir, el futuro reproductivo mediado por la tecnología, para evitar el supuesto problema de la “sobrepoblación” propuesto por pseudociencia de Thomas Malthus.

Al mismo tiempo, cita a pensadores transhumanistas como Jhon Harris, profesor emérito de la Universidad de Manchester, quien en su libro ‘El Valor de la Vida’ (1985), juega con la posibilidad de crear una sociedad compuesta únicamente por mujeres en la que la reproducción humana se realice, entre otras alternativas, mediante partenogénesis. Este sujeto -indica el autor- ha prestado servicios de consultoría profesional a la OMS, la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y ONUSIDA. Este dato es sumamente relevante, para comprender cómo estructuras supranacionales promueven este tipo de ideas.

De igual manera, refiere las argumentaciones de representantes feministas del poshumanismo como Donna Haraway y su ‘Manifiesto Cyborg’, también de activistas transhumanistas como Raymon Kurzweil y del conocido Yuval Harari, así como de Nick Bostrom, este último director del Instituto de la Humanidad de la Universidad de Oxford, uno de los pensadores más influyentes del movimiento transhumanista mundial. También expone los argumentos del filósofo neoeugenista australiano, Julian Saveluscu, un promotor de la manipulación genética con fines de mejoramiento físico y moral.

Todos aquellos promotores del poshumanismo y del transhumanismo mencionados anteriormente, son, al mismo tiempo, contrastados en la obra del autor, quien hace referencia a otros ámbitos de la ciencia. Tal es el caso del psiquiatra alemán, Thomas Fuchs, quien en su libro ‘En Defensa del Ser Humano’ (2021), critica el “absoluto reduccionismo infantil de los transhumanistas y su absoluto desconocimiento de la naturaleza humana, explicando cualidades como la identidad, dignidad y libertad son intrínsecas a la corporalidad”.

Seguidamente, en ‘Neo Entes’ figura el filósofo Michael Sandel quien argumenta que las técnicas de edición genética aplicada niños cosifica a las criaturas con un genoma editado y condicionan el amor de sus padres: “un niño debe ser amado por lo que es, por sus cualidades intrínsecas, y no por su diseño”.

Filósofos como Francis Fukuyama y Jürgen Habermas también se han manifestado contra el ideal transhumanista y son citados por el autor.

En la obra del filósofo húngaro-peruano, los dirigentes políticos, sociólogos y filósofos posmodernistas que conforman el progresismo actual, como Michel Foucault, Anthony Giddins, Bill Clinton y Tony Blair, son contrastados con las brillantes ideas de personalidades como el filósofo británico Sir Roger Scruton, el filósofo libanés Nassim Nicholas Taleb, así como el filósofo y politólogo británico, Jhon Gray, entre otros.

Leer Neo Entes significa comprender que aquellas ideologías y teorías filosóficas promotoras del hedonismo y la cultura de la muerte tienen como propósito desconfigurar al ser humano, a tal punto, que éste viole las fronteras de sí mismo en nombre de una libertad falsa y postiza. Significa comprender que todas estas corrientes ideológicas -alimentadas por un peligroso cóctel de perniciosas filosofías- persiguen el siniestro objetivo de diluir el espíritu y la naturaleza natural de cada persona, conduciendo al sujeto al despeñadero psíquico de que, incluso, denigre de su propia especie como consecuencia de una misantropía militante, psicológica y utilitarista, cuyo fin es la destrucción.

Es por ello que, aparte de las políticas maltusianas de control demográfico, como el aumento de las tasas de mortalidad y control de natalidad para reducir a la población, a estas ideologías las une, sobre todo, la desconfiguración antropológica del ser, psíquicamente, físicamente, naturalmente. Estas son, a mi juicio, algunas de las conclusiones que se derivan de la lectura del libro escrito por Lukács.

Esa desconfiguración se da, por ejemplo, cuando la ideología de género, uno de los tentáculos de la agenda globalista, pretende sexualizar a bebés y niños mediante el adoctrinamiento a través del sistema educativo, rayando en crimen de lesa humanidad, permitiendo las “enseñanzas” de Drag Queens dentro de las escuelas. Al mismo tiempo esa desconfiguración de la naturaleza humana se evidencia cuando grupos feministas promocionan la política maltusiana del aborto, pues pretenden despojar de dignidad y derechos a los no nacidos, cosificándolos, concibiéndolos como meros sacos de células, negando el hecho científico de que existe vida humana desde el inicio de la fecundación, como indican todos los libros de Biología General.

Otro ejemplo de esa desconfiguración de la naturaleza humana con fines utilitaristas se comprueba a través de la eutanasia, conocida como el “suicido asistido”, que no es más que una forma de deshacerse de los ancianos, de considerarlos como inútiles, y no solo a los ancianos, sino a las personas en situación de calle, con problemas de adicción a las drogas o depresión, como ha ocurrido en países como Canadá, entre otros, despojando así a todos estos sujetos de la dignidad inherente a cada uno, despojándolos de todo esencialismo que precede a la existencia, llevándolos al matadero.

El autor nos invita a comprender, además, que un ejemplo claro de transhumanismo y posthumanismo -entre muchos- es el caso de Neil Harbisson, quien nació con acromatopsia, una enfermedad visual congénita que le impide ver los colores, y que a los 20 años se implantó un “ojo cibernético” que traduce los colores a sonidos.

En 2004 el Gobierno británico prohibió renovar su pasaporte porque, según las normas vigentes, no se permitía aparecer en la fotografía de este documento con aparatos electrónicos en la cabeza. Harbisson alegó que su eyeborg (ojo electrónico) debía ser considerado parte de su cuerpo. En sus propias palabras dijo que había devenido en cíborg. Acto seguido, Harbisson hizo llegar a la Oficina de Pasaportes cartas de respaldo de su médico, amigos y compañeros. El “ojo cibernético” de Harbisson fue incluido. A partir de ese momento Harbisson se convirtió en el primer cíborg reconocido por un gobierno. Un poshumano. O, en palabras del filósofo Miklos Lukács, un neo ente.

Pero las declaraciones de Harbisson, presidente de la Fundación Cyborg, resultan aún más escalofriantes. No solo por el hecho de borrar las fronteras de sí mismo, es decir, de su naturaleza humana, para configurarse en un tipo de poshumano, en un neo ente, sino también en su visión de borrar las claras diferencias entre el Homo Sapiens y los animales, despojando al sujeto de su categoría como especie más avanzada de la naturaleza, al considerar que todos los humanos están en la necesidad de “extender” su experiencia sensorial y que, si se comparan con otras especies -con lo que por ejemplo oye y huele un perro-, las personas perciben “muy poco”.

Así que leer Neo entes implica formularse nuevas preguntas para hallar nuevas respuestas:

¿Vamos camino hacia la deshumanización y desnaturalización del ser humano? ¿Somos moralmente superiores a nuestros antepasados? ¿Cuál es la importancia filosófica de establecer límites en lo antropológico y en lo estético? ¿Cuál es la importancia de establecer límites claros ante la creciente intromisión del Estado, las Big Tech, la Big Pharma, las ideologías de grupos minoritarios y el avance del poshumanismo? ¿En qué consiste el bioconservadurismo? ¿Qué es el posmodernismo, quiénes han sido sus fundadores y de qué vertientes filosóficas disolventes se alimenta? ¿Qué es el Homo-Deus pregonado por Yuval Harari qué pretende oponerse al Homo Sapiens? ¿Qué es el posthumanismo como proyecto político? ¿Es el transhumanismo un proyecto viable? ¿Tecno-optimismo o distopía tecnológica? ¿Es el ser humano un sujeto imperfecto, maleable e indeseable, desprovisto de dignidad, como sostienen los transhumanistas? ¿Hemos “fracasado como especie”, como sostienen los poshumanistas? ¿Qué se esconde detrás de todo este proyecto misantrópico que pretende que nos aborrezcamos a nosotros mismos? ¿Quiénes son los creadores originarios de la idea del progreso y quienes la han secuestrado? ¿Puede considerarse sana una sociedad que abraza los postulados de la posverdad, es decir, la supremacía de los sentimientos sobre los hechos, negando así la existencia de verdades autoevidentes? ¿Qué objetivos se esconden detrás de la “diversidad”, la “inclusión” y la “igualdad”, mantras pregonados por la agenda globalista a través de organismos supranacionales como la ONU, entre otros? ¿Podría considerarse sana una sociedad que conciba a la ciencia como objeto de adoración? ¿Qué precede a la existencia? ¿Imperfección humana o perfección inhumana en nombre del progreso tecnológico? ¿De dónde viene la materia? ¿Qué existe más allá de la percepción sensorial? ¿Cuáles son los orígenes del secularismo? ¿Cuántos científicos a lo largo de la historia han abrazado la metafísica o la fe religiosa? ¿Es contradictorio ser científico y, al mismo tiempo, formularse preguntas metafísicas o abrazar la fe? ¿Es el transhumanismo el único futuro posible?

Ya hemos visto el escenario: movimiento de las minorías, control demográfico, disminución de las tasas de natalidad, aumento de las tasas de mortalidad, reducción de la población, legalización de drogas, aborto, eutanasia, eugenesia, narrativa anticientífica del cambio climático antropogénico sostenida por grupos ecológicos, dictadura de los algoritmos, transhumanismo, posthumanismo. Todos estos asuntos son disfrazados por la prensa convencional, que pretende hacerlos pasar por “progreso”.

Como una caterva de perros de agudos dientes, adiestrados para cazar, acosan en una selva a un cervato o a una liebre que huye delante de ellos, así, justamente, acosa la agenda globalista al género humano.

¿Huiremos de los funestos propósitos de la Agenda 2030 o, por el contrario, sabremos ser valientes y pelearemos en primera fila, manteniendo la inmensa gloria de saber que estamos defendiendo, a capa y espada, con todas nuestras capacidades intelectuales, el sentido común y todo aquello que nos hace humanos?

Pronto despuntará la aurora y veremos.

Texto/ Luis Lovera Calanche (Periodista)

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Mi nombre es Luis Lovera Calanche.

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